Permanecen una llave anticuada y una
puerta de barniz marrón, ya cascado por el abrir y cerrar de años.
El poco brillo de la puerta refleja las recientes grietas manifestadas en su alma y ese inesperado opacar del esmalte de su ente.
Hoy, frente a esa puerta ya entreabierta busca la seguridad de su pasado, mas presiente que una inexplorada vida espera detrás de esa armazón de altura optimista.
Con sonrisa evocativa, mira al rededor y se siente deshabitada y colgante.
El rechinar del misterio asusta, pero no le dice nada y entra.
Al ingresar se da cuenta de que la llave puede permitir e impedir la entrada o salida (dependiendo de quien la tenga, del propósito, presencia o ausencia de esta).
El poco brillo de la puerta refleja las recientes grietas manifestadas en su alma y ese inesperado opacar del esmalte de su ente.
Hoy, frente a esa puerta ya entreabierta busca la seguridad de su pasado, mas presiente que una inexplorada vida espera detrás de esa armazón de altura optimista.
Con sonrisa evocativa, mira al rededor y se siente deshabitada y colgante.
El rechinar del misterio asusta, pero no le dice nada y entra.
Al ingresar se da cuenta de que la llave puede permitir e impedir la entrada o salida (dependiendo de quien la tenga, del propósito, presencia o ausencia de esta).
De pronto, toda su infantil meditación se
interrumpe.
El portazo a sus espaldas insiste que
salió ya del lado oscuro.
© 2010 Franck de las Mercedes